Todos pasamos por la secundaria con el miedo de convertirnos en Carrie. Ya desde aquella primera novela, Stephen King plantea una certeza que lo va a acompañar a lo largo de toda su obra: el verdadero horror tiene un anclaje en lo real. De hecho, lo sobrenatural —la telequinesis, lo monstruoso, lo fantasmagórico, lo extraterrestre— suele funcionar como una suerte de sosiego en una trama siempre claustrofóbica. El miedo se presenta, entonces, bajo la forma del alcoholismo, de la violencia intrafamiliar, la ambición, las obsesiones, el duelo, el fanatismo religioso.
Esta semana se entregó el premio Nobel de Literatura. En los últimos días hubo varios nombres que se repetían en el deseo de los lectores; uno de ellos, claro, fue el de Stephen King. Es difícil que alguna vez le den el Nobel. Es difícil, pero no imposible. Pero es difícil. Y, sin embargo, en la casa de apuestas Ladbrokes, King pagaba 50 a 1. En cambio, Louise Glück, quien finalmente recibió el premio, ni siquiera figuraba.
Daniela Pasik, la invitada al ciclo Experiencia Leamos, tiene una preciosa y precisa definición sobre Stephen King: “Stephen King, a lo largo de su obra, está escribiendo esa gran novela (norte)americana que comenzó a pretender John William De Forest en el siglo XIX y luego intentaron desde Philip Roth y John Updike hasta Ernest Hemingway y William Faulkner, entre otros. El canon actual pone a Jonathan Franzen como el número uno para tomar la antorcha, pero es el Rey, y sólo él, quien realmente lo viene logrando”. Y esto es así, podemos agregar, porque el terror sería el género que mejor explica la actualidad de los Estados Unidos: tanto política como económicamente.
La entrevista puede verse completa en el sitio de Experiencia Leamos —el ciclo que la plataforma Leamos.com pone a disposición como beneficio exclusivo para sus suscriptores—. Aquí publicamos algunos fragmentos de la charla.
El escritor estadounidense Stephen King. EFE/Maja Hitij/Archivo
—Si Romero toma al zombi, ¿qué monstruo recupera Stephen King? ¿El payaso demoníaco?
—No, porque si lo pensamos, It no es un payaso, sino que es una de las formas que toma esa entidad, ese eso que se refiere a un montón de cosas. Desde lo anecdótico y pochoclero es una entidad monstruosa que quiere asesinar niños. Pero en el subtexto, es la sociedad y el prejuicio. Esa cosa acosa a los niños y niñas desde sus temores. Hay algo muy interesante con ese libro. Stephen King lo escribió en los 80, cuando sus tres hijos tenían la edad aproximada de los protagonistas de It. Y les dedica este libro. Sí, podemos pensar que es un monstruo, les dedicó este libro de asesinar niños a sus niños. Pero en realidad es un libro que habla de luchar contra los propios miedos y de crecer. En la dedicatoria les dice que toda ficción tiene una verdad oculta y que, en esta historia, el secreto es que la magia existe. Stephen King no tiene un monstruo. Tiene y resignifica el horror de la coyuntura y los temores actuales. Podemos encontrar en las novelas de King el horror puesto en lo más aterradoramente posible. Y eso es lo que asusta y lo convierte en un autor interesante. Que es lo que pasó, en su momento, cuando empezó el boom del horror con Mary Shelley con Frankenstein. Ella habla de un terror de ese momento, con el avance de la ciencia, pero lo que da miedo en esa novela, no es el monstruo verde que inventó el cine clase B, si no lo que pasa con la gente. Eso es lo que hace Stephen King a lo largo de su obra, en donde el peligro es lo posible.
—Algo que siempre me quedó marcado de It es que el escritor de la novela va a un taller literario donde lo denigran continuamente, hasta que, al tiempo, vende un cuento y le manda al director del taller una fotocopia del cheque. Nunca lo pude comprobar, pero ¿es algo autobiográfico?
—Stephen King siempre está presente en su obra. El que lleva la historia de It es un escritor y hay muchos escritores en sus novelas. Y, si te lo ponés a pensar, incluso depende de la instancia de la vida de King la instancia del tipo de escritor. Hay obras más tempranas, como El resplandor, donde un profesor de escritura quiere ser escritor al que le va mal y tiene problemas de alcoholismo: ese era Stephen King. Y después tenés Misery, donde el escritor es un bestseller con una fan demente que lo secuestra y quiere algo de él. Siempre hay una figura del escritor similar a King. Tiene una novela muy hermosa que se llama La historia de Lisey donde imagina qué pasa con la viuda de un famoso escritor de terror. Él está muerto y la que está presente es Tabitha, su esposa, alguien muy presente en su obra y es su compañera y coeditora de su obra.
—King, que escribe sobre escritores y vive escribiendo, fue traducido por otro gran escritor, César Aira, que sí estuvo nominado al Nobel y de quien uno siente que respira, come, sueña literatura.
—En un punto, Aira tiene un punto en común con Stephen King, que es esa cualidad de muy pocos humanos de una superproducción a todo nivel. Aira tiene más de cien libros; Stephen King más o menos también. Pueden hacer dos o tres novelas de calidad al año con millones de perlas cada una. Pero Aira es más degenerado —en el sentido de “sin género”—. Stephen King también es degenerado: se lo encasilla en el horror, pero tiene novelas realistas, policiales, de muchos otros géneros.
César Aira
—En Lugones, la novela que acaba de salir, Aira escribe: “El arte de narrar es un tejido de pequeños y grandes problemas que van solucionándose a medida que se plantean”. Esa frase me hace pensar en King y en Misery, por ejemplo.
—Es que por ahí es probable que esta reflexión se le haya ocurrido a César Aira mientras traducía Misery. De hecho, si bien publicó ahora Blatt & Ríos, Lugones es un original que Aira escribió en los 90. Y, por otro lado, hay algo que hace Stephen King como ejercicio lúdico y que me parece hermoso —y yo se lo robé y lo hago— para mantener despierta la materia gris creativa, que es jugar a “Qué pasaría si”. Mira dónde está y piensa qué pasaría si, y se deja llevar. Te puede llevar a un argumento para escribir, y si no, simplemente, es una ocupación de la cabeza.
—En cada novela Stephen King arma una suerte de canon. No solamente es un gran escritor, sino que también es un gran lector.
—Es un gran consumidor cultural. Consume sedientamente y lo brinda con generosidad. No solo literatura sino también series, películas. Ahora en Twitter está peleándose con Trump todo el tiempo, pero si no se la pasa recomendando series y películas. Y no de las suyas o de su hijo o de sus amigos: ¡todo! Yo creo que esa alimentación voraz necesita tener de todo en su consumo cultural. También le interesa la música: hace música, habla de música, incorpora a la música de una manera muy interesante en su narrativa.
—¿Por qué Stephen King es tan pregnante en la adolescencia?
—Porque es un momento de la vida que él reivindica. Hay un cuento que después se hizo película y que todos recordamos. “Cuenta conmigo” es una película iniciática, es sobre un grupo de chicos que salen de aventura a buscar el cuerpo de un muerto. El cuento se llama “The body” y en el viaje hay también otro viaje introspectivo y de reconocimiento. Lo narra un escritor adulto que recuerda el momento de crecer. Básicamente habla de la tristeza de perder la inocencia. Stephen King tiene hoy más de setenta años y sigue siendo un niño. En sus redes sociales es mega juguetón. Técnicamente no hay nada más aterrador que un niño para construir horror. Podemos pensar en Demian y en otros miles de niños. Pero King no hace que los niños sean aterradores. En muchos de sus libros hay niños que son los verdaderos protagonistas, como en El resplandor. El protagonista es el niño, no el padre enloquecido. Y le dedica ese libro al hijo, que tenía esa edad cuando escribió la novela.
—La continuación, Doctor Sueño, es muy linda.
—La continuación es hermosa y la película que hicieron sobre la continuación también es muy linda.
“Mientras escribo”, de Stephen King
—Comencé la introducción hablando de Carrie. Hay mucho para decir de esa novela.
—Vos decías que tiene algo muy interesante y es que empieza y termina con sangre. La imagen del imaginario popular es la de Sissy Spacek en la película de Brian de Palma, chorreando sangre. Sin embargo, más allá de que Carrie es telépata, para mí es una novela muy realista y habla del bullying antes de que el bullying se haya puesto en agenda, y de cómo afecta en la adolescencia, habla del fanatismo religioso en el personaje de la madre, habla de la ignorancia y de cómo salirse de la norma genera violencia hacia ese que sale, pero que después se narra como si el agredido fuera el violento. Carrie es una novela increíble que está construida con un estilo casi a lo Puig, con reconstrucción de periódicos de época, noticias, fragmentos del expediente judicial. Está hecha tan brillantemente que uno la termina de leer y la recuerda como una película, pero está construido de esa forma. Y lo terrorífico de la novela no es la chica telépata, sino todo lo que le hacen a esa pobre piba. Y una la pasa espantosamente porque empatiza con ella. Porque, en un punto, todas y todos somos monstruos para los otros. De nuevo, es el procedimiento de Mary Shelley en Frankenstein: nosotros somos la criatura. Ahí esta la genialidad de Carrie. Esa novela es una maravilla.